Patrullas’ ultraderechistas contra inmigrantes para ‘devolverlos’ a España
El grupúsculo ultraderechista Generación Identitaria convierte la frontera entre Francia y España en el nuevo escenario de su batalla cultural contra la inmigración
Es el nuevo escenario de la batalla cultural de la ultraderecha francesa contra la inmigración y el multiculturalismo. Con sus 650 kilómetros de extensión, la frontera entre Francia y España se ha convertido en un lugar de interés para Generación Identitaria (GI). Este grupúsculo de extrema derecha organizó el 19 de enero una operación contra la llegada de inmigrantes en Francia en el fronterizo puerto de Portillón, cerca del Valle de Arán (Cataluña). Como suele suceder con sus acciones, tuvo un gran impacto en los medios y escandalizó a las autoridades locales y nacionales. Hasta el punto de que el Ejecutivo macronista anunció que examina su ilegalización.
Dos años después de haber convertido los Alpes en un escenario de tensiones entre militantes de extrema derecha y asociaciones de acogida de refugiados, GI centra ahora su mirada en los Pirineos. Equipados con vehículos todoterreno y sus habituales abrigos azules con el eslogan ‘Defend Europe’ (‘Defender Europa’), una veintena de activistas ultras ‘patrulló’ durante varias horas la frontera franco-española. Una acción con la que pretendían “garantizar la seguridad” de un territorio presentado como “una zona de infiltración”. A pesar de tratarse de un acto sobre todo propagandístico, partidos de izquierda y asociaciones defensoras de los derechos humanos respondieron con una concentración el 29 de enero para desplegar una pancarta de ‘Welcome refugees’ en el Portillón.
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Alicia Alamillos. Puerto Rico, Gran Canaria Roberto R. Ballesteros
El interés reciente de GI por los Pirineos responde al aumento de controles de la policía francesa en esa zona. Desde mediados de enero, quedaron cerrados una quincena de pasos fronterizos entre Francia y España, el principal país de entrada de inmigrantes clandestinos en el Viejo Continente. Las fuerzas de seguridad galas intensificaron su presencia en los otros puntos de conexión entre ambos países. Un dispositivo adoptado “para luchar contra la amenaza terrorista, la lucha contra el tráfico de drogas y contrabando, pero también contra la inmigración clandestina”, que anunció en noviembre el presidente Emmanuel Macron. Estos controles se acentuaron después de que el Ejecutivo anunciara el 29 de enero la obligatoriedad de una PCR negativa para cualquier ciudadano europeo que quiera viajar a Francia.
Los activistas de GI quieren aprovechar esta multiplicación de restricciones en la frontera pirenaica, sin precedentes desde la creación del espacio Schengen en 1985, para hacer avanzar sus postulados xenófobos. Pero su acción en el Portillón puede suponer la gota que colme la paciencia del Ejecutivo centrista. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, dijo estar “escandalizado” por esta operación antimigrantes en los Pirineos. “Si logramos reunir los elementos, no dudaré en proponer una disolución” del grupo, aseguró. Una ilegalización que pondría punto y final al grupúsculo más organizado y que dispone de más recursos financieros de toda la nebulosa ultra que orbita a la derecha de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen.
Patrullas en el metro, los Alpes y el Mediterráneo
Generación Identitaria surgió en 2012 como una organización sucesora de Unidad Radical (UR), un grupúsculo ultranacionalista ilegalizado tras un atentado fallido en julio de 2002 contra el entonces presidente, Jacques Chirac. Fue creada como la sección de jóvenes del Bloque Identitario, pero rápidamente se convirtió en la parte más activa del activismo xenófobo y reaccionario. En octubre de 2012, dos meses después de su fundación, 70 de sus militantes asaltaron la mezquita de Poitiers y desplegaron en la azotea una pancarta con el mensaje ‘732 Generation Identitaire’. Eligieron esta localidad del centro-oeste de Francia al haber sido en el año 732 el escenario de la batalla entre Carlos Martel y el rey musulmán Abderramán.
Desde entonces, sus acciones tuvieron un gran impacto mediático. En 2013, ocuparon la sede del Partido Socialista e impulsaron un año después “patrullas contra la chusma”, dignas de una milicia, en el metro de París, Lille y Lyon. Su obsesión con los refugiados se evidenciaría en 2016, cuando acosaron a aquellos que malvivían en la ‘Jungla’ de Calais (noroeste), el mayor campamento improvisado de inmigrantes de Europa, desalojado en octubre de ese año.
Pero sus momentos de gloria tuvieron lugar en 2017, con el financiamiento del C-Star, un barco de 40 metros de eslora con el que pretendían acosar a las embarcaciones humanitarias en el Mediterráneo. Y con su ‘patrulla’, realizada con dos helicópteros y un avión, hace dos años en los Alpes, donde desplegaron una pancarta gigante con el mensaje ‘Closed border’ (‘Frontera cerrada’).
Aunque se presenta como un “Greenpeace de derechas”, la violencia está presente en sus modos de acción. Sus militantes penetraron en 2019 en el local de la asociación humanitaria SOS Méditerrannée, propietaria de la embarcación Aquarius, y provocaron destrozos en su interior. Un reportero de Al Jazeera, que estuvo seis meses infiltrado en la sección de Lille, reveló las cacerías de jóvenes árabes y sus deseos de cometer atentados contra musulmanes. Un rostro neofascista del que intentan separarse en público los militantes de GI.
Su principal diferencia respecto a las bandas de ‘skinheads’ es “que intentan dar una imagen de gente respetable, de antimilitantes que solo defienden los intereses de Francia” ante la presunta amenaza migratoria, del islam y la izquierda radical, declara a El Confidencial Thomas Portes, presidente del Observatorio Nacional de la Extrema Derecha, un colectivo de medios, militantes e investigadores progresistas. “Es un grupo muy moderno, consciente de la importancia de las redes sociales y que ignora el folclore” de otras organizaciones neofascistas, explica Jean-Yves Camus, director del Observatorio de radicalidades políticas de la Fundación Jean-Jaurès, afín al Partido Socialista francés.
El Gran Reemplazo, “su principal matriz ideológica”
Según este experto, autor del libro ‘Las extremas derechas en Europa’, GI destaca por “el gran impacto mediático de sus acciones, completamente desproporcionado respecto a sus 600 u 800 militantes” en el conjunto de Francia. Dispone de agrupaciones locales en Niza, Lyon, París, Rouen, Aix-en-Provence y Montpellier. Con unos 300.000 euros en su tesorería, es uno de los grupúsculos ultra con más recursos financieros, según Tracfin, el organismo de lucha contra el blanqueo del Ministerio de Economía. Además de Francia, está presente en Alemania y Austria. En cambio, su implantación resulta marginal en España, a pesar de la existencia del Movimiento Identitario español (muy incipiente) y del Moviment Identitari catalán (racistas e independentistas).
“Lo que más temo en este momento es que la civilización europea está desapareciendo por esta ola migratoria”, aseguraba el 21 de enero Thaïs D’Escufon, portavoz de GI, en ‘Balance ton post’, uno de los programas de debate y entretenimiento más vistos en el país vecino. Esta joven, de 21 años, con una larga melena rubia y un rostro angelical, es la principal cara visible del grupúsculo. Ella se dio a conocer en junio del año pasado cuando unos pocos militantes ultra alteraron una manifestación contra la violencia policial en París colgando en la plaza de la República una pancarta en la que denunciaban un presunto “racismo anti-blancos”. Una apariencia de nuera ideal que contrasta con el odio de sus palabras.
Pancarta por las ‘victimas del racismo contra los blancos’ desplegada por miembros de Generación Identitaria. (Foto : EFE)
“La principal matriz ideológica de GI es la idea del Gran Reemplazo”, afirma Portes, refiriéndose a la teoría formulada por el intelectual ultra francés Renaud Camus, que denuncia un presunto plan para marginar al hombre blanco en Europa a través de la inmigración y el islam. “Como respuesta a este Gran Reemplazo, el grupúsculo propone la ‘reemigración”, recuerda Jean-Yves Camus. Es decir, “el retorno obligado a sus países de origen de todos los extranjeros no europeos y sus descendientes” que viven en el Viejo Continente.
Esta cosmovisión ‘etnodiferencialista’ —cada pueblo debe vivir en su lugar de origen sin mezclarse con otros— se inspira en las teorías de la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) de Alain de Benoist. Unos postulados radicales compartidos por Brenton Tarrant, el autor en 2019 de los atentados en Christchurch (Nueva Zelanda), con más de 50 muertos. De hecho, Tarrant hizo una donación de entre 1.000 y 1.500 euros al círculo de GI en Austria y estuvo en contacto con el líder de los identitarios austríacos.
A pesar de estas conexiones con el terrorismo de extrema derecha, los vínculos entre GI y el partido de Marine Le Pen también resultan evidentes. El grupúsculo ha ejercido a menudo como cantera de la RN. Algunos de sus miembros más destacados terminaron como cargos electos o cuadros destacados del partido. Es el caso de Romain Espino, conocido como Damien Rieu, un exportavoz de GI que actualmente trabaja como asistente parlamentario en Parlamento Europeo, tras haber formado parte del equipo de Marion Maréchal-Le Pen, la sobrina de Marine que abrió el año pasado en Madrid una sede de su instituto universitario ultra. “Como Marion Maréchal, los identitarios defienden una línea aún más reaccionaria” que la de Marine Le Pen.
¿La ilegalización del grupúsculo está justificada ?
Sin embargo, ¿estos postulados ultra justifican la disolución del grupo ? ¿Cuál es la base jurídica para que GI sea ilegalizada ? “Las ideas de extrema derecha se están banalizando y mucha gente no sabe que en realidad no se trata de opiniones, sino de delitos”, asegura Muriel Ressiguier, diputada de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon (izquierda radical). Tras haber presidido en los últimos años una comisión parlamentaria de lucha contra los grupúsculos de ultraderecha, Ressiguier considera que GI debería ser ilegalizada por el delito de incitación al odio y la violencia. Contactados por El Confidencial, los militantes identitarios no respondieron a la petición de entrevista de este periódico.
Ressiguier : « Las ideas de extrema derecha se están banalizando y mucha gente no sabe que en realidad no se trata de opiniones, sino de delitos »
“Dicen que organizan operaciones de comunicación, pero en realidad se visten con los mismos colores que la policía y dan la impresión de que quieren sustituir las funciones de las fuerzas de seguridad”, defiende Ressiguier, quien sostiene que una ilegalización serviría para que este grupo tardara al menos 10 años en reorganizarse. En agosto de 2019, el tribunal de Gap condenó a tres militantes de GI a una pena de seis años de prisión por sus acciones en los Alpes, donde retuvieron a personas migrantes y las entregaron a la policía. Pero en diciembre del año pasado, el tribunal de apelación de Grenoble terminó desestimando esta pena y declaró su inocencia.
“La ilegalización del grupo puede resultar un arma de doble filo”, advierte Camus. “Hay el riesgo de que algunos jóvenes intenten continuar con la misma militancia ultraderechista, pero con métodos aún más peligrosos”, como los atentados terroristas. Según este experto, “una disolución resultaría sobre todo un arma política para mostrar la determinación del Gobierno en combatir la extrema derecha”. De hecho, el ministro Darmanin confrontará este jueves con Le Pen en un duelo televisivo en ‘Vous avez la parole’, el principal magacín político de la cadena pública France 2. Un ejemplo más de la centralidad del lepenismo en Francia, aunque cuenta con aliados tan poco deseables como los jóvenes de Generación Identitaria.