« SOBRE LAS RELACIONES INTERNACIONALES DE FRANCIA CON AMERICA LATINA »

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Propuestas de la Francia Insumisa
Preguntas a Christian Rodríguez,
Responsable de relaciones internacionales
France Insoumise

¿Cuál es la percepción de “Francia Insumisa” y de Jean-Luc Mélenchon, sobre las relaciones históricas entre Francia y América Latina ?
Quisiera hablar de lo que proponemos compartir con los países latinoamericanos (y con otros países del Sur), desde la perspectiva de nuestros principios filosóficos y aplicando el programa de gobierno que Jean-Luce Mélenchon propone al pueblo francés. La visión de futuro que se desprende de esos principios hay que situarla dentro de un contexto histórico que merece ser expuesto. Para comprender bien lo que proponemos, hay que hablar, en efecto, de las etapas en que se desarrollaron las relaciones de Francia con América Latina en el pasado y cómo se da en nuestros días.
Desde principios del siglo XIX, nuestros pueblos y estados mantuvieron relaciones recíprocas fuertes en diferentes ámbitos, en particular en los de la política y la cultura. La Revolución Francesa ejerció una gran influencia en los procesos de independencia latinoamericanos. Las primeras constituciones adoptadas en esos nuevos países contenían ya la marca de “Las Luces” y la mayoría de los Libertadores se formaron política y militarmente en las instituciones y ejércitos napoleónicos. Para la América Latina emancipada, Francia constituyó un modelo cultural y el idioma francés fue a menudo la lengua culta que se ensañaba hasta mediados del siglo XX como primera lengua extranjera. Hasta la década de los 1980, París fue una de las capitales que acogió el mayor número de intelectuales y artistas latinoamericanos.
Por su parte, Francia se interesó tempranamente y de forma muy particular por América Latina en el ámbito cultural. Desde fines del siglo XIX, llevó a cabo numerosas expediciones científicas de alto nivel. Fue en América Latina donde se crearon los primeros Comités de la Alianza Francesa, una de las instituciones de la red de implantación cultural que el Estado francés lanzó a partir de 1883, con la ayuda de académicos y científicos franceses de gran renombre. En 1908 se creó el “Groupement des universités et des grandes écoles de France pour les relations avec l’Amérique-latine”, que jugó un papel determinante para dar a conocer la América Latina en Francia y difundir en esas tierras la producción científica francesa. Al final de los años 1930, universitarios franceses contribuyeron a crear la Universidad de São Paulo e hicieron de América Latina un enorme laboratorio de experimentación para las ciencias sociales.
Este interés de la élites intelectuales latinoamericanas por Francia, y el de los científicos franceses por América Latina, vino a fructificar cuando la “política cultural” se transformó en uno de los pilares de la política exterior francesa. Al término de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno provisorio creó tres Direcciones del Ministerio de Relaciones Exteriores : la de Asuntos Económicos, la de Asuntos Políticos y la de Relaciones Culturales. En 1946, el General De Gaulle, aconsejado por el antropólogo Paul Rivet, creó en México el “Institut Français d’Amérique-latine (IFAL)” y en París, la “Maison d’Amérique-latine (MAL)”, ambos bajo la autoridad del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1954, Rivet apadrinó la creación del “Institut des Hautes Etudes de l’Amérique latine (IHEAL)”, dependiente de la Sorbona.
De esta manera, América Latina se perfiló como una zona geográfica privilegiada por las políticas públicas francesas : ninguna otra “área cultural” en el mundo gozaba entonces de un tal dispositivo. Esto se ve a partir de 1958, cuando De Gaulle hizo de América Latina uno de los desafíos de su estrategia geopolítica de afirmación de autonomía en el seno de una alianza occidental dominada por los Estados Unidos.
Pero, a partir de 1985, bajo la influencia de Jacques Delors, Francia se involucró más fuertemente en la construcción de la Unión Europea. De este modo, América Latina, que ayer fuera un importante desafío para Francia en la construcción de un mundo multipolar, se va a convertir progresivamente en objeto de interés principalmente económico para la política exterior de la comunidad europea. Desde el inicio de su primer mandato, François Mitterrand mantuvo numerosos contactos con países de América Latina, región que –en una pura tradición a la manera de De Gaulle– le parecía una posible “reserva de votos” para pesar en las instancias internacionales y desligarse así de la bipolaridad o promover el diálogo Norte-Sur.
Sin embargo, durante el periodo de dictaduras militares y de guerras civiles desencadenadas en América Latina como resultado de la doctrina de intervención “anticomunista” de los Estados Unidos, y en la lógica del enfrentamiento bipolar Este-Oeste contra la Unión Soviética, Mitterrand concentró la política exterior sólo en algunos países y osciló al principio entre, por un lado, la posición socialista francesa de condenación a los regímenes autoritarios, y por otro lado, su voluntad de hacer de Francia un país que arrastrase a la CEE a adoptar sus posiciones. Esta oscilación es manifiesta en lo que respecta a su política hacia América Central, o hacia la Argentina durante la Guerra de las Malvinas en 1982 : cada vez que fue necesario escoger una opción, privilegió a Europa.
Chirac no hizo más que continuar esta orientación y, más tarde, en el contexto de la incorporación de Francia al atlantismo, impuesto por Sarkozy mediante la reintegración de nuestro país a la OTAN en 2007 –una política que Hollande prosigue hasta nuestros días– hace que las relaciones de Francia con América Latina se inscriban hoy en el injusto y férreo marco de la mundialización financiera y del libre-intercambio neoliberal, sin ninguna contrapartida de cooperación, ni económica ni cultural, digna de ser considerada.
¿Qué conclusiones saca usted de la situación descrita ?
Por esta adhesión a una política atlantista, el Estado francés abandona un vasto margen de maniobra a los intereses privados de empresas multinacionales francesas y europeas que, movidas por el incentivo del lucro, desarrollan proyectos de inversión de carácter extractivista depredadores de la naturaleza que, en alianza con las oligarquías locales, contribuyen a perjudicar a los pueblos latinoamericanos. Estas empresas no hacen más que aplicar la máxima neoliberal del “business as usual” sin ninguna regulación y el Estado francés no ejerce ya ningún control sobre lo que esas empresas hacen y deshacen a su gusto en los países del Sur.
En cuanto a Europa, ésta se encuentra hoy en tantos callejones sin salida que amenazan con desintegrarla, que resulta imposible pronunciarse sobre lo que la UE debiera o pudiera hacer en tanto que institución supranacional en sus relaciones con América Latina. Algunos países europeos mantienen acuerdos bilaterales, aunque siempre en el marco del libre-intercambio comercial. Pero, en perspectiva, hay que saber que la casta burocrática que dirige la UE está tan entregada en cuerpo y alma al ordo-liberalismo alemán, que no piensa en otra cosa que en la proliferación de los tratados de desreglamentación de los mercados y la libre circulación de mercaderías de un continente al otro, donde la resolución de los conflictos esté confiada a tribunales de arbitraje privados, por encima de las competencias de los tribunales nacionales de comercio. Tal es el caso de los tratados TAFTA y CETA entre Europa y Norteamérica (EE.UU y Canadá). Este último ha sido impuesto recientemente por los burócratas de Bruselas de manera opaca, sin ninguna deliberación ni decisión democrática. Los pueblos latinoamericanos no pueden esperar nada positivo de esta máquina burocrática al servicio de las oligarquías que han avasallado a Grecia, uno de sus propios países miembros.
¿Qué propone el candidato Mélenchon, como alternativa ?
Si entrar en las numerosas proposiciones concretas del programa de Francia Insumisa, cuya exposición sería bastante larga, basta explicar los principios sobre los cuales este programa se ha construido. Nuestro programa se inscribe en un proyecto político de largo aliento que apunta a transformar de arriba abajo (en realidad, de abajo arriba) las instituciones de nuestra República, según lo que delibere y decida nuestro pueblo a través de una Asamblea Constituyente cuyo objetivo será el de instaurar la Sexta República Francesa, en reemplazo de la actual. Mediante esta asamblea, el pueblo francés se dará los instrumentos políticos e institucionales necesarios para perennizar la aplicación de su programa de acción anticapitalista, antiliberal, que permita alcanzar los objetivos estratégicos de la instauración del Ecosocialismo en nuestro país. Aspirar al ecosocialismo significa luchar por introducir conscientemente una bifurcación en el curso de la historia que nos conduce actualmente hacia la catástrofe ecológica del cambio climático, del agotamiento de los recursos naturales. Esto se traduce por múltiples acciones concretas que deberemos realizar : la transición energética hacia la producción de 100% de energías renovables y la transición hacia una nueva matriz productiva que respete la “regla verde” (“No se toma de la naturaleza más de lo que ésta es capaz de reconstituir”), entre otras medidas fundamentales. Estos objetivos son de alcance universal, pues Francia no podrá lograrlos sola, sin un contexto internacional que haga posible la transformación de la matriz productiva de muchos países de manera concomitante. Francia necesitará relacionarse con un vasto conglomerado de naciones unidas por la práctica de una cooperación solidaria altermundialista, anti-neocolonialista. Entre estas naciones, los pueblos latinoamericanos ocupan una posición particular, puesto que algunos de sus países han dado ya importantes pasos en esta dirección, al realizar sus respectivas revoluciones ciudadanas con visiones de futuro semejantes a la que proponemeos para Francia.
Si “Francia Insumisa” llega a ejercer el poder gubernamental, muchas cosas cambiarán radicalmente en nuestro país, incluida la manera en que Francia se sitúa y piensa a sí misma en el concierto internacional. Entre todos estos cambios, me limitaré a mencionar ahora sólo aquellos que son los más pertinentes para abordar la cuestión de las relaciones de Francia con los países de América Latina.
Situemos primero el marco general. Queremos que Francia sea una nación universalista, que sea antes que nada un factor de paz en un momento en que en el mundo se va precisando un camino hacia la guerra generalizada por el dominio sobre los recursos naturales. Contrariamente a la política atlantista que han aplicado los gobiernos franceses desde su reintegración a la OTAN, Francia no es una nación “occidental”, sino una nación universalista que tiene una responsabilidad particular en razón de su historia y de su peso económico en el concierto de naciones. En este sentido, la posición que defiende “Francia Insumisa” es la de considerar que Francia debe ser una nación no alineada, capaz de ocupar un lugar singular en el mundo, marcado por la aceptación consciente de su responsabilidad ante la perspectiva de la destrucción del único ecosistema compatible con la vida humana y con nuestra civilización a la escala planetaria.
Para ello, nuestro país debe conquistar su plena independencia, desligarse de la coalición militar agresiva que es la OTAN, obrar por construir una nueva alianza altermundialista de los pueblos y ejercer todo su peso para crear un mundo ordenado en torno a la comunidad de naciones encarnada por las Naciones Unidas, sean cual sean sus defectos. No queremos dedicarnos a la guerra, ni a las competiciones generalizadas, ni a la explotación de dominados por dominadores, sino a las cooperaciones más amplias y profundas entre los pueblos.
Para ello, rechazamos el dogma neoliberal del libre-intercambio mundializado y abogamos por un proteccionismo solidario que garantice la cooperación económica y cultural con todos los países en desarrollo, allí donde la dominación de las grandes firmas y de los acuerdos desiguales destruyen las capacidades de producción locales, generan el empobrecimiento insostenible de las poblaciones y empujan a masas inmensas hacia emigraciones desvastadoras. El proteccionismo solidario es necesario para el co-desarrollo y el progreso humano en todo lugar.
“Francia insumisa” desea construir cooperaciones altermundialistas e internacionalistas. Otro mundo es posible, más justo, más ordenado, más ecológico y no sometido a los imperativos del tiempo corto de la finanza. Proponemos una nueva alianza altermundialista para cambiar, en el tiempo largo de la planificación ecológica, el curso de nuestra historia humana. Esto requiere, entre otras cosas :
terminar con la “Françafrique” (zona de influencia y dominación económica, política, diplomática y militar “no oficial” de Francia sobre países que fueron colonias francesas), respetando la independencia de los Estados africanos y la soberanía de sus pueblos ;
dedicar el 0,7% de la renta nacional bruta a la ayuda pública al desarrollo ;
relanzar el co-desarrollo y la cooperación (científica, universitaria, sanitaria, alimenticia, etc.);
integrar el banco de desarrollo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, África del Sur);
apoyar los proyectos de crear una moneda mundial común para sustraerse a la dominación del dólar ;
ayudar en la reestructuración de las deudas soberanas en el marco de la ONU, mediante un mecanismo basado en la resolución votada en 2015 por iniciativa de la Argentina ;
multiplicar las cooperaciones con los países emergentes para hacer avanzar las fronteras del conocimiento de la humanidad (cooperación espacial, marítima, digital, etc.);
instaurar una política de co-desarrollo con América Latina y el Caribe adhiriendo al ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) a partir de nuestra concepción del proteccionismo solidario evocada anteriormente. Deseamos que Francia establezca acuerdos de cooperación privilegiados con los países latinoamericanos, tanto a nivel regional (ALBA) como a nivel bilateral, en todos los ámbitos relativos a la ecología, la economía del mar, la investigación científica con orientaciones tecnológicas importantes para nosotros y para ellos, en todos los sectores del desarrollo industrial en que Francia pueda aportar sus capacidades y conocimientos prácticos.
Francia debe cesar de aceptar que América Latina sea considerada como el coto de caza reservado de EEUU, como su patio trasero, en el cual nadie osa aventurarse solidariamente por miedo de irritar al gigante hegemónico y brutal del Norte. Las razones de nuestro impulso por acercarnos a la “Patria Grande Latinoamericana” no son de orden comercial o de puro interés económico oportunista, ni de competición con otras potencias : son de orden cultural y político, que apuntan al desarrollo independentista de nuestra patria en cooperación igualitaria con pueblos que son nuestros semejantes en muchos aspectos y con quienes compartimos, a través de la Guyana, una presencia territorial en ese continente.
Las experiencias de las revoluciones ciudadanas surgidas en Venezuela, Ecuador o Bolivia, por ejemplo, constituyen un riquísimo vivero de enseñanzas, tanto positivas como negativas, para iluminar nuestro propio camino por recorrer. La América Latina de hoy y del futuro es ya un excelente espejo para aprender a mirarnos y a pensarnos de otra manera.
Las dificultades que enfrentan estos procesos de emancipación son obra de maquinaciones concertadas entre las oligarquías nacionales y multinacionales, especialmente de los EE.UU. para derrocar, lisa y llanamente, a los gobiernos progresistas, a los que califican eufemísticamente de “procesos en fin de ciclo”. La Francia independentista y solidaria que deseamos, en su calidad de nación libre y desarrollada, puede y debe aportar sus capacidades para contribuir pacíficamente a evitar una lamentable regresión social y política de las conquistas de los pueblos latinoamericanos acosados por el neoliberalismo mundializado. Francia puede ayudar a los pueblos que lo deseen, a resistir y vencer la presión de los poderes fácticos nacionales y multinacionales. Esto requiere una colaboración sin obstáculos entre esas naciones y la nuestra.
El mentado “aislamiento” tan cacareado por Donald Trump no debe engañar a nadie. En todo caso, el “Estado dentro del Estado” que gobierna los intereses estratégicos de las oligarquías del Norte no cesará de conspirar a diestra y siniestra en América Latina. Las catástrofes democráticas que allí puedan producirse, como ya se puede temer en Venezuela, nos afectarán directamente. Pues no se trata tampoco de una pura cuestión de simpatía y benevolencia por el destino de nuestros pueblos amigos del Sur, actitud que tenemos en mucha honra y que destaca nuestro sentimiento profundo de pertenecer una humanidad “en común”: debemos pensar también en el futuro de nuestro propio pueblo tropical que en Guyana comienza ya a movilizarse para exigir un término a la condición de subdesarrollo en que lo ha sumido el abandono descarado practicado por el Estado metropolitano.
¡Pues sí ! Esta rica potencia europea posee un territorio cuya población sufre de subdesarrollo manifiesto e inaceptable. En 2014, el PIB por habitante en Guyana era inferior a la mitad de este indicador para Francia metropolitana. Esta Francia, que queremos universalista, no alineada y no “occidental”, y que posee su más larga frontera terrestre con Brasil, no tendrá otra opción racional que la de integrarse a una forma de cooperación solidaria con sus vecinos latinoamericanos para desarrollar la economía y satisfacer las exigencias legítimas de su pueblo en lucha en este territorio. Sería una ceguera pensar que el desarrollo de este rincón de Francia podría alcanzarse fuera de una estrecha colaboración solidaria con los países de la región. Para que la Guyana se integre a este gran continente de la manera más autónoma y soberana posible, sin depender de las escuálidas dotaciones presupuestarias otorgadas desde la metrópolis, será absolutamente necesario establecer acuerdos bilaterales y regionales, protegidos de todo libre-intercambio salvaje.
Por otro lado, hemos propuesto que Francia, ya sea logra zafarse de los grilletes de los actuales Tratados Europeos mediante negociación colectiva (Plan A), o bien denuncia unilateralmente esos tratados y sale de una Unión Europea incapaz de reformarse (Plan B): Francia Insumisa desea construir una nueva Unión Europea. ¿Podrá esta nueva Europa diseñar las líneas de una nueva política comercial de conjunto hacia los países en desarrollo, en particular los de América Latina ? Para ello, será necesario que Francia Insumisa y otras fuerzas ciudadanas, como Podemos de España, por ejemplo, lleguen a ejercer el poder gubernamental y que el ejemplo de nuestra revolución ciudadana suscite otros sobresaltos democráticos semejantes en Europa, y que éstos logren vencer el ordo-liberalismo enquistado en las instituciones europeas. Sin ello, en los tiempos que corren, no hay esperanzas de ver a Europa inclinarse amablemente hacia el Sur, tan ocupada que ella está en evitar su propio desmoronamiento interno.
Esta es pues nuestra visión para esbozar los trazos esenciales de una política de cooperación solidaria con América Latina donde el tipo de relaciones comerciales por las que abogamos será parte de un conjunto coherente y armonioso de políticas que darán un marco a las tareas de una nueva diplomacia francesa. Esta nueva diplomacia hacia América Latina deberá inspirarse de la tradición adoptada por Francia en el pasado, antes de que fuera conducida a someterse a la hegemonía de EE.UU. a través de una funesta reintegración a la OTAN y de la adopción de una doctrina económica contraria a su vocación independentista, soberana y universalista. Sin embargo, esta tradición deberá ser expurgada de todos su resabios neocolonialistas y puesta al día en acuerdo con nuestro proyecto de formar una coalición de pueblos en cooperación solidaria recíproca para crear un espacio económico, cultural y ecológicamente controlado. Sólo esta coalición altermundialista podrá salvar a nuestro planeta de las catástrofes humanitarias, políticas y militares a que lo conducen el orden capitalista mundial actual.

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